segunda-feira, dezembro 13, 2010

Nadie entra aquí con las palabras DIANA BELLESSI AR
























En medio de la noche me despierta tu sueño,
el sueño donde estabas.
El cuerpo a medias entregado
lengua boca dedos
tienden los puentes
a la roca giratoria del deseo.
Tu abrazo en otro abrazo,
rosa de los senos donde mamo.
En medio de la noche
me despierto y repito sacro sacro
el pan ha sido devorado
la miel el vino y las cerezas.

Persecución del sueño

El rumor de una voz
sobresaltó a la cazadora

Ojo veloz
y pie furtivo
Sombra
en los campos de caza

¿Son ambas
inseparable presa
en los mundos de agua?





Nave. Sólo veo la proa y la mitad de una vela blanca.
Un lugar entre el día y la noche el mar.
Un lugar inmóvil.
Cuando el este del cielo se enciende, su blancura
enceguece. Tórnase invisible. Navega la otra cara
del mar.
Pasan los años.
Una noche desato el bote amarrado tras los peñascos
de la bahía. Me hago a la mar.
No detiene al silencio
ni siquiera el cristal de los remos en el agua.
Estoy cerca. Ella se asoma sobre el puente
orlada de su propia oscuridad y la densa cabellera.
Me mira. La gárgola de la nave se desprende
en rasante vuelo. Viene a estrellarse contra mi pecho.




Cada noche persigo un sueño como a un ciervo
en la pradera. Como a él, apenas lo imagino;
o veo un ojo, el delicado filo de la cornamenta,
el flanco rojo que refulge y se pierde entre
los pastos del sudán.
Pero entonces apareció entero, sobre el muro de
arena que bordea la lagunas. La luna en el agua
lo volvía nítido contra el cielo.
Ella detrás, me miraba.
Empezó a cantar una canción. Rendida de
amor, y de terror, supe que su voz creaba
la mitad secreta del mundo.




De su regazo las pequeñas alimañas,
frutos y bestias mayores. Un bosque,
flores en el lago. Resplandece a través de la niebla
de una mañana. Reflejada en el agua
sólo ella aparece. Referida por entero
a sí misma, y a mí: su criatura.
Una brisa muy tenue sacude el círculo, el cristal
de cielo y agua. Yo le digo: Quiero que me cantes.




Navegábamos por un mar de arena.
El sol, espectralmente rojo teñía la aureola
de polvo que seguía a la nave. Un cielo de oro
sin una nube, sin un pájaro dándole vida.
Ella permanece erguida sobre el puente, su
sola voluntad nos impulsa en el desierto.
Hace crecer un árbol desnudo en verde
para mí. Sé que es un regalo,
una sombra clara que me recuerde
la mitad de mi origen. Después cruzamos
el umbral. El signo de su silencio
se hizo silencio: me devoró suavemente
el resplandor de lo oscuro.




La memoria:
¿territorio
cuya migaja heredé?
—He perdido la memoria.
Una aurora boreal se expande
en la seda oscura.
Isla
Suenan los búhos
de copa en copa
vegetal derramados.
No existe el viento.
Duermo en un lecho de musgo
en un sueño
donde despliega
su quieta redondez
la Isla de humus y de arena.
Medallón verde.
Hojas transparentes
y árboles como naves
que flotan en el cielo.
Amanece
La niebla demora
el nacimiento del mundo.
Fragmentos. Formas inacabadas
cuyo fin es el comienzo
y su comienzo la cara
inmóvil del final.
Veladuras de esmalte.
Cortejo de niños y de sombras
que vuelven al agua inicial.

Rumor de dedos y de uñas.
De colas asaetadas que vibran
se despiertan
ante el sordo fervor de las estrellas
calientes del día.

Arenas blancas. Polvo de seda.

Insectos redondos
y pintados cuyas alas
en pequeños carapachos se repliegan.

Entro al mar inmóvil.
Boca y ojos abiertos.
Profundo. Profundo.
No soy extraña para ellos.
Poseo la cualidad del pez.
De pólipo o flor
suspendida en el gesto
de la vida que desciende
a su contemplación y su deseo.


Tortugas.
Un mundo que se desliza
y salta. Lagartos, camaleones
iguanas y salamandras.
Un collar de rocas
pequeñas y ardientes.
Un collar de rocío en la sombra.

El árbol de las frutas
crece con mi hambre
y se disuelve
en la saciedad.
Senos redondos de oro oscuro.
Chupo, huelo y muerdo.
Todos los jugos, la carne
la suave superficie del hueso
replegada y tensa
en el cenit del deseo.

Una reverberación de fuego
el aire.

Pequeños heraldos de piel
y de plumas
surcan la tarde.
¿Pájaros?
¿Bestiarios
de hermosura y silencio
que aparecen
cuando el sol declina?

En el medio hay un claro.
Un círculo vacío y extenso
con pastos del sudán.
Solsticio permanente. Danza.
Cruzan ráfagas de púrpura.
Los pies, la cabeza
las palmas de las manos
sostienen y se desplazan
en la tierra. El resto
del cuerpo sigue a la pelvis
en su arco, su ascenso.
Todo acaba. Todo empieza.

Entro al Otro Mundo
en otro mundo.
Follajes de agua dorada.
Terror del deseo
Embriaguez del deseo
Filigranas vivas que van del amarillo
al rojo, al naranja.

Por fin oscuro y lento.
Sin respuestas, sin palabras.
A proa de un bajel inmóvil,
Ánima: Señora del amor
y de la muerte

surcando el cielo.

¿Habitante o habitada?
Estuco y sangre.
Fuego alterado en la memoria
de la especie.

Isla. Umbral. De sueño el sueño
y la trama.

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